La Teoría de la Doble Verdad, erróneamente atribuida a Averroes y sus seguidores, postula que pueden coexistir dos afirmaciones contradictorias, una alcanzada por medio de la razón y otra revelada por la fe, siendo ambas verdaderas en sus respectivos ámbitos.
Esta falsa teoría, caricatura con que teólogos escolásticos del siglo XIII como Étienne Tempier atacaban a los averroístas, parece estar resurgiendo en el pensamiento económico contemporáneo, específicamente en la administración del autodenominado Rey Filósofo, Nayib Bukele.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), El Salvador cumple con su acuerdo de no comprar más BTC, exigido en las condiciones del organismo multilateral para desembolsar un préstamo de 1.400 millones de dólares al país. Esto fue ratificado por el presidente del Banco Central de Reserva de El Salvador, Douglas Rodríguez, y el ministro de Hacienda, Jerson Posada, en una carta al FMI que reportó CriptoNoticias.
Pero la Oficina Nacional del Bitcoin sigue publicando diariamente su respectivo panfleto propagandístico, afirmando que “El Salvador compró más Bitcoin”, utilizando datos on-chain para respaldarlo.
¿Cómo es posible, entonces, que convivan ambas verdades? ¿No rompe esto el principio lógico de no contradicción? ¿Puede coexistir la fe en la palabra sacrosanta del FMI y de los funcionarios salvadoreños, en el mismo plano ontológico que la verdad verificable por la razón mediante la contabilidad de Bitcoin? Sí, porque vemos una transparente opacidad.
La contabilidad de Bitcoin es una fuente de verdad como pocas en el mundo contemporáneo. En estos tiempos de posverdad, donde es casi imposible saber si algo es cierto o creado por una inteligencia artificial, la red Bitcoin, diseñada con una mentalidad adversarial y de desconfianza, en la que miles de nodos verifican el cumplimiento de las reglas y en la que el poder de minado hace prohibitivo modificar la información registrada, es un oasis en un desierto de mentiras.
Es por esto que, en marzo de 2024, cuando El Salvador reveló esta dirección, lo consideramos un hito de transparencia y auditabilidad inédito en la historia. Cualquier persona, desde cualquier lugar del mundo, puede conocer los movimientos de fondos que se realicen hacia y desde esta dirección, e indagar en su naturaleza y las conexiones con los entes con quienes se realicen esos movimientos. Y así ha sido.
Sin embargo, la red Bitcoin, como toda red de criptomonedas, es un sistema cerrado. No tiene forma de saber nada sobre información externa a su red. Y eso es exactamente lo que sucede con las transacciones provenientes de Binance y Bitfinex.
Las transacciones internas en los exchanges no se liquidan en la red hasta que se retira el dinero; solo se registran en las contabilidades privadas de los exchanges y en los balances de sus usuarios. En tanto que esta información no es pública ni accesible, nada podemos saber sobre ella.
Desde la perspectiva de interés nacional, puede que El Salvador necesitara momentáneamente del FMI y esté eligiendo ceder a sus condiciones por motivos de razón de Estado. No obstante, el hecho de que esté manteniendo esta suerte de doble discurso con respecto a las compras de Bitcoin demuestra que no está dispuesto a soltar esta narrativa y que le conviene mantener el favor de los bitcoiners, que sabe el fuerte potencial de esta industria.
Hasta entonces Bitcoin en El Salvador continúa por el camino en el cual nació, desde el espíritu emprendedor de sus comunidades, ciudadelas, economías circulares y educadores, ahora probablemente con más impulso porque se ha deslastrado de la carga ideológica con que los detractores del gobierno asociaban a Bitcoin.
Bitcoin no ha necesitado de ningún gobierno para avanzar. Ante la red, todos los nodos son iguales. Y si el gobierno de El Salvador no está comprando BTC, pues mayor oportunidad para los salvadoreños de acumular.